No hay amor más allá de la muerte
pero los últimos instantes de vida
el mortífero silencio atraviesa
las fronteras de la muerte.
¡Recordé con el paso del tiempo!
Y [...]
en tierras lejanas decliné tus labios
que durmieron con mis últimos besos.
Elaboro un poema desesperado
cuyos versos son como el rayo
que no muere, pero quema.
¡Qué curioso el aplauso sin dueño!
Y ahora que te miro y ya eres polvo, arena y tierra
seré presencia pasajera en este verso inacabado,
como un glaciar que arrastra su frialdad.
¿Y a quién le importa los entresijos de esta poesía?
Si no hay un mañana, quizás si un futuro tardío
sobre las cadenas que hielan la sangre.
Cuando llegue la noche cruzaré el espacio
como una sombra etérea que crece el páramo
extenderé la alfombra que cruza mi pensamiento.
¡Recuerdos!
La luna me mira y tiembla furtiva, desnuda de luz se fatiga su vigilia.
Entonces la luna calla a los ojos de la muerte, el frío sepulcro y la sombra perenne.
El viento azota, pero retrocede; no tiene prisa,
y se caen las murallas de la muerte.
¡Qué inocencia la de este mundo!
¿Cómo quitarle el veneno a este pasado?
Si todo aparece impaciente, casi sin destino,
sin rumbo fijo ni versos trémulos.
Me estremezco desde las antípodas de mis sueños
indecisa veo esperar la muerte que apaga estos versos.
Apasionada, fuerte y sincera con lo que siente…
ResponderEliminarGracias Arq. Bernal por dejar tus huella. Un saludo.
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