La Musa

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por Nuria de Espinosa

Audio del cuento La Musa
imagen de la musa

En su desnudez, la melancolía cubría su rostro. Solo dos pajarillos la acompañaban. Ni con una canción se le pasaría la murria. Era tanta su tristeza que no sentía pudor. Su larga melena cubría casi todo su cuerpo desnudo, como si fuera una serpiente. Lloró su tristeza y soledad.

Mery tuvo que hacer de musa para un pintor reconocido porque le pagaba muy bien, y su familia necesitaba el dinero para comer, ya que su padre llevaba varios años enfermo y lo poco que ganaba su madre fregando escaleras, apenas llegaba para pagar el alquiler de la mísera vivienda donde residían.

Aquella mañana sin embargo, entró un pajarillo por la ventana del estudio del pintor y se posó en su hombro. Se sintió feliz al ver que el pequeño pájaro picoteaba su larga melena. El pintor, Hansen, un hombre de rasgos profundos y agrio carácter, hizo el ademán de echar al pobre pájaro de un pincelazo.

Pero Mery se lo impidió. Pidió a Hansen que le pagase los días que llevaba posando; cogió el pájaro con delicadeza de su hombro y se marchó para no volver más.

Pensó, que ya se quitaría la catarsis de su mente sobre el inhumano pintor y marchó a su casa convencida, que antes que se le terminase el dinero que le había pagado, encontraría un trabajo honesto aunque fuese fregando escaleras como su madre.

Ahora, sí estaba plenamente feliz.


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