Es un trayecto que se me hace
eterno. El paisaje es desolador. A cada lado del camino lapidas y nombres
desconocidos, otros no tanto. Cuando caminas por el sendero de la muerte,
intentas evitar pensar que algún día, allí descansaras. Hay flores y fotos por
todas partes, algunas rompen el alma, de personas jóvenes y niños, que se fueron
demasiado pronto.
Sigo caminando y por fin llego a
mi destino… lápida número, mil novecientos veinte; no lo puedo evitar, un
escalofrió recorre todo mi cuerpo...
“Eras una gran persona, pienso” Mientras
limpio, la puerta de cristal, que cierra su tumba. Y entonces hablo sola y le
digo:
Hola papá, que frio y húmedo
debes estar. Esta vez, tarde en venir a verte, no me lo tengas en cuenta, es el
trabajo que me ocupa casi todo mi tiempo.
Sí, lo sé, siempre estuviste
orgulloso de mí, pero te fuiste ¡tan pronto! la vida es tan injusta a veces. Bueno
papa, ya te deje todo limpito y como siempre, cumplo tu deseo. Te dejo rosas
rojas, para que alegren tu descanso, ¡te hecho tanto de menos!, te quiero papá…
Volveré pronto te lo prometo… y girando sobre mis propios pasos me di media
vuelta y me aleje de la tumba de mi padre.
Bueno, Nuria, estamos en tiempo de ello. El texto no deja lugar a dudas, sólo que cada cual lo lleva a su manera.
ResponderEliminarUn abrazo
Cierto, a mi me cuesta más de asumir por ser precisamente el día de mi cumpleaños, gracias y un abrazo
ResponderEliminarNuria:
ResponderEliminarUn texto tan hermoso como triste.
Solo quienes lo perdimos sabemos qué se siente...
Un muy fuerte abrazo.
Cierto Arturo, a medida que pasa el tiempo más les añoramos, un abrazo
EliminarTan bien escrito; como triste, amiga.
ResponderEliminarBeso
Gracias José, un fuerte abrazo
Eliminar