SORPRESA EN EL CORREO
Esta es la propuesta que el compañero Marcos organizador del reto de los jueves esta semana nos propone:
Recibes una carta diciendo: ««Le comunicamos su próximo fallecimiento. Tendrá lugar el día tal de tal»».
¿Qué haría el/la protagonista de un relato de no más de 350 palabras (a poder ser) ante esa situación?
Sugerencias:
Investigar quién puede estar detrás en función del remite, que dejo a vuestra elección.
—El que a mi se me ocurre es «Academia de las malas artes», calle del Agüero 34, Ciudad LET, barrio AL. La carta la firma un/una tal Morta Delo/a. Pero esto es intencionado, para que parezca una broma. El desenlace podría ser otra cosa y, repito, el remitente lo ponéis vosotros, el que deseéis.
—O puede ser que el remitente sea un nuevo departamento de Sanidad del Estado que desde distintos medios de comunicación están informando que va a ocuparse de nuevas competencias en SALUD CIUDADANA.
Mi participación...
El correo llegó a las 3:14 de la madrugada, como si hubiesen calculado la hora exacta en la que el silencio es más vulnerable.
«Le comunicamos su próximo fallecimiento.» «Tendrá lugar el día 6 de enero.»
Apenas dos semanas antes había salido del hospital. Se quedó inmóvil frente a la pantalla. La primera reacción fue absurda: revisar la bandeja de spam, como si el mensaje pudiera haberse desplazado solo. La segunda fue más humana: llorar con una mezcla de rabia, incredulidad y miedo, sin forma pero con peso.
Respiró hondo. Revisó la dirección del remitente anónimo: una cadena de números y letras sin sentido. Recurrió a sus amigos y su familia: sorpresa, negación, alguna broma torpe para restarle importancia. Nadie parecía capaz —ni dispuesto— a ser el autor de algo tan macabro.
Conforme avanzaban los días, el mensaje fue mutando dentro de ella. Dejó de sentirlo como un recordatorio incómodo sobre cómo había vivido la enfermedad; siempre a la defensiva, esperando el próximo golpe. Sin saber por qué, la incertidumbre dejó de asustarla. Comenzó a sentirse serena, como si algo dentro de ella hubiese decidido dejar de huir.
La víspera del día señalado despertó al amanecer. Se preparó un café, dio un sorbo y, por primera vez en mucho tiempo, sintió que podía respirar sin miedo. Pensó que lo que debía morir no era su cuerpo, sino la parte de ella que había sucumbido al miedo, al dolor. Abrió el ordenador y escribió un mensaje a todos sus amigos y familiares.
Quedáis invitados a una fiesta en el restaurante, "Renacer" el próximo 6 de enero a las 20 horas. Ese día no marcará un final, sino un nuevo comienzo. «Bailaremos, cenaremos y brindaremos por lo que dejamos atrás y por lo que decidimos vivir.»
Cerró el ordenador. Se quedó durante un buen rato pensativa. Se sentía bien, pero algo en su mente luchaba por salir: la retahíla que escuchó en la sala de quimioterapia: «su fallecimiento será por complicaciones respiratorias, el día 12 de mayo, a las 12 de la noche». Aseguró el doctor a una joven: "aproveche el tiempo". Ahora, se preguntaba el porqué de esa afirmación tan exacta. Y entonces volvió a oír el macabro, tic, tac, tic, tac.
P. D. Os ruego paciencia para corresponder a todos. Gracias, de verdad, por los mensajes de ánimo que han sido un abrazo en estos días tan difíciles. No tengo palabras suficientes, gracias de corazón.

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