Relatos conjuntos de noviembre: Garrote vil de Ramon Casas
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El sol aún no había roto del todo la oscuridad cuando la multitud empezó a reunirse, arrastrada por una curiosidad tan antigua como el castigo mismo. En el centro, solitario, un hombre esperaba en silencio, envuelto en una quietud que contrastaba con el murmullo inquieto de la calle. Aquella mañana todo parecía suspendido: el aire, la luz, incluso las miradas.
En un instante, la escena se convirtió en una imagen inmutable, como si el tiempo hubiera querido dejar constancia del peso de la justicia y de la fragilidad humana. Y mientras la gente comenzaba a dispersarse, solo quedó el recuerdo de un momento que, como un cuadro, perduraría más allá de cualquier palabra.
P. D ¿Qué tipo de sociedad fuimos cuando aceptamos el sufrimiento ajeno como parte del orden, en lugar de preguntarnos cómo podríamos construir un sistema más humano y compasivo?

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