Francisco Castelló
Víctima de la represión religiosa durante la guerra civil española, junto a ocho compañeros suyos, fue torturado, y trasladado con ellos a la Cárcel de Lérida, donde permaneció preso. En su celda, escribió cartas de despedida a su familia y a su futura esposa, María Pelegrí.
Murió fusilado en Lérida, en 1936, a la edad de 22 años, y fue beatificado en 2001.
Sus restos yacen en la Fosa Común de los Mártires de Lérida del cementerio de esta ciudad, junto a otros 15 beatos y mártires; encabezados por Salvio Huix Miralpéix, obispo de Lérida.
Hace falta tener las ideas muy claras y la fe muy ardiente para pedir al pelotón de soldados que te va a fusilar:
«Un momento, por favor. Os perdono a todos. Hasta la eternidad».
Es lo que hizo el beato mártir Francisco Castelló, a quien Juan Pablo II propuso como modelo a los jóvenes de todo el mundo en la última JMJ que presidió, la de Toronto. Castelló, implicado en la causa de los trabajadores, fue arrestado al estallar la guerra solo por su fe. Le ofrecieron apostatar para salvarse, pero se negó: «Si ser católico es delito, acepto muy a gusto ser delincuente». En la cárcel escribió varias cartas a su familia y a su novia que conmovieron a Pío XI hasta las lágrimas.
Entre la multitud de cartas intercambiadas con su familia y su prometida Mariona Pelegrí, destaca su última carta a Mariona desde prisión al conocer la sentencia de muerte por declararse cristiano.
“Querida Mariona: Nuestras vidas se han unido y Dios ha querido separarlas. A Él ofrezco, con toda la intensidad posible, el amor que te tengo, mi amor intenso, puro y sincero. Siento tu desgracia, no la mía. Siéntete orgullosa, dos hermanos y tu prometido. Pobre Mariona...
Me ocurre una cosa extraña: no puedo sentir ninguna lástima por mi suerte. Una alegría interna, intensa, fuerte, me invade totalmente. Querría hacerte una carta triste de despedida, pero no puedo. Estoy totalmente envuelto de ideas alegres como un presentimiento de la Gloria.
Querría hablarte de lo mucho que te hubiera querido, las ternuras que te tenía reservadas, de lo felices que hubiéramos sido. Pero para mí todo esto es secundario. He de dar un gran paso. Una cosa debo decirte: cásate si puedes. Yo desde el cielo bendeciré tu unión y a tus hijos.
No quiero que llores, no quiero. Siéntete orgullosa de mí. Te quiero. No tengo tiempo de nada más”.
Francisco
Con su novia durante unos de sus paseos
qué terrible, pudiese llegar a dudar lo que dice esa carta... no me imagino la alegría, ni su presentimiento. pero lo encuentro cruel. Cruel y de no entender muchas cosas.
ResponderEliminarTenemos la historia llena de mártires, repletita de muertes inútiles y, sin embargo, fíjate, parece que hemos aprendido bien poco de todo lo que sufrieron nuestros padres y abuelos.... Precioso texto, Nuria.
ResponderEliminarMe ha emocionado la carta de Francisco a Mariona. Está llena de un profundo significado por su amor incondicional a su querida esposa y el amor incondicional a Dios: "Estoy totalmente envuelto de ideas alegres como un presentimiento de la Gloria".
ResponderEliminarHas escrito un recuerdo precioso sobre uno de los muchos españoles, religiosos o clérigos, que dieron su vida por defender sus creencias.
Admiro tu decisión, Nuria.
Un abrazo.
De un lado o del otro, se fusilan, se matan, como queriendo exterminar la semilla, sin embargo la expanden. Historia humana donde la razón sin sentido prevalece. Abrazo, Themis
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