El tiempo vuela,
el sol se esconde
y el silencio queda.
Entre la bruma
la luna observa
tu mirada espera.
¡Qué errante la vida,
qué pérfida la muerte!
Que soporta
la hiedra,
en el espíritu herido
que el alma desvela.
Y entre el blanco azahar,
el sol se altera.
Me descubro en la noche
quebrada;
cierro los párpados para no despertar,
de esta infinita quimera.
¡Que bohemia la vida!
Moribunda entrega el corazón
que anida en la noche,
y aulla en la mañana que mece la escarcha;
testigo soberbio que mima el camino de la soledad.
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