Durante la madrugada la fría brisa se perdía entre las hojas del bosque mientras el cielo se tornaba malva y las nubes se disipaban junto a la moribunda luna.
En el reino olvidado el elfo oscuro de espíritu sombrío, maldad oculta, y algo trastornado no dudaba en pactar con los demonios.
La inmortalidad sería un precio muy caro para Eöl. Poco a poco su pelo se fue tornando gris.
Alrededor de 300 años de la Primera Edad encontró a Aredhel, la llevó con él y la desposó. Tuvieron un hijo, Maeglin. Sin embargo, Maeglin y Aredhel lo traicionaron y huyeron a Gondolin, ciudad de la Tierra Media.
No hay dolor más grande (...) nada quema en el corazón como la tristeza de haber perdido a alguien, antes de haber conocido su valor. El único enemigo invencible al que no le era posible escapar o esconderse (...) la soledad.
Eöl los persiguió hasta allí. Entonces Turgon, el rey Gondolin, le dio a escoger entre la vida en Gondolin y la muerte, Eöl escogió lo último y además intentó matar a Maeglin con un dardo envenenado. Pero Aredhel se interpuso en su camino y murió. Las tradiciones élficas no permitían el uso del veneno, ni siquiera contra los más crueles enemigos. Por eso se consideró una venganza y Eöl fue arrojado por el escarpado precipicio de roca negra, Caragdûr; maldiciendo a Maeglin con sus últimas palabras.
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