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domingo, 15 de junio de 2025

Yo, la última silla


 Convocatoria Reto Juevero - Tema: "La Silla Narradora"

Desde el blog El vici solitari nos proponen escribir una historia o poema de no más de 350 palabras sobre la silla narradora.


Aquí mí participación 

Nunca imaginé que mi noche tranquila se vería interrumpida por tanta carne humana, perfume barato y risas estridentes. Me llamo Silla, sí, Silla, con patas firmes de madera y cojín de terciopelo rojo, algo gastado ya, pero con dignidad. He estado en bodas, velorios, cenas familiares… pero nada me preparó para lo de esta noche: el maldito juego.

La música comenzó, y con ella, la danza absurda. Un enjambre de adultos —maduritos, como dicen ahora— comenzó a girar a mi alrededor como satélites ebrios. Algunos iban descalzos, otros con tacones temblorosos. Y yo en el centro, inmóvil, como un premio... o una trampa.

Cuando la música paró por primera vez, sentí el impacto seco de un trasero que no había visto venir. Era Clara, creo que se llamaba, una señora con risa de hiena y faldas floreadas. Me hundió sin piedad. Apreté mis tornillos. Resistí.

Cada ronda, una de mis hermanas —otras sillas— era llevada fuera, como si la despojaran de su derecho a existir. Solo quedaba yo. La única. La codiciada.

En la ronda final, quedaban dos: Ernesto, con más barriga que equilibrio, y Marta, con labios pintados de rojo furia. Giraban, sudaban, se lanzaban miradas asesinas. Yo sentía cómo el aire se cargaba. Sabía que alguno iba a caer... pero no pensé que sería encima mío.

La música paró. Ambos se lanzaron a mí como bestias. No supe a quién elegir. Fue una colisión brutal. Ernesto resbaló, Marta cayó de lado, y yo... crují. Sí, crují como una rama seca. Una de mis patas se partió.

Y allí quedé, en medio del salón, mutilada, con Marta medio sentada y Ernesto gritando “¡trampa!”. Nadie me miró. Nadie me agradeció. Yo fui el campo de batalla.

Así es la vida de una silla: testigo mudo, mártir del ocio humano. Mañana quizás me tiren al basurero, pero esta noche... fui la protagonista.


Foto cortesía del blog El vicio solitario 

17 comentarios:

  1. Un placer leerte
    ♥♥

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  2. Hola Nuria!
    Mira que llegamos a tener ideas raras los humanos! Y en crueldad no nos gana nadie! Aunque fue toda una tortura, veo que "Silla" lo llevó bien, al menos se conformó con ser protagonista por un dia! Ja, ja! Me ha encantado el tono irónico de su testimonio! Qué carácter! Un abrazote y gracias por participar en nuestro reto juevero! Marifelita.

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    1. Gracias Marifelita, es los juegos a veces no se noUns pasa por la cabeza que podría pensar el objeto con el que jugamos y en qué estado termina. Y en cuanto leí la convocatoria recordé este juego. Un abrazo

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  3. Fantástico, Nuria.
    Ese protagonismo es bien merecido a esa silla que hizo una vez más que los humanos se divertirán.
    La pena es ese final, una pata estropea y los finalistas del juego un poco lesionados y algo cabreado, jjj
    Esperemos que la reparen y no termine en el cubo de la basura.
    Genial, un 🍬😘😘😘😘

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  4. He pasado años en la penumbra del corazón humano. He escuchado en silencio cosas que clamarían al cielo y entre ellas, un asesinato. Mi vida es bastante sencilla. Mis días pasan sin darme cuenta así como los años mientras un reguero de gentes de toda condición confiesan sus pecados...Mi párroco ya está mayor. Es un cura ciego que pone su corazón en remedio a un pecado que mas bien muchas veces es un consejo de amigo. Hay personas que nunca dejan de practicar el mismo pecado y vienen al confesionario para lavarse el alma como quién va a la ducha. La infidelidad es pasto común de estos tiempos y Don Ramiro tiene miles de soluciones con su penitencia. El ha sido testigo durante 50 años de la evolución de esta ciudad y soporta el secreto de confesión hasta el momento donde otro sacerdote también lo confiesa a el. A parte de eso, mi vida es la soledad de una silla de confesionario sumergida en el silencio, apenas sin ser limpiada ni confesada. Durante todos estos años he visto crecer a mucha gente desde la infancia y como su vida va cambiando gracias a la fe de la confesión. Soy una silla de anea hecha con madera de olivo. Me hicieron como encargo para la sacristía y he ido rulando de un sitio para otro hasta que otra silla de jubiló en el confesionario y aquí estoy desde hace 50 años.
    Puedo recordar muchos pecados y faltas. Hay quien se confiesa varias veces a la semana así como quién solo lo hizo una vez para casarse. Don Ramiro tiene una luz en su corazón y una ceguera en sus ojos. Todo el mundo lo busca para un consuelo o una solución y yo pienso que la gente se siente muy sola en este mundo buscando ese algo que los ayude a vivir...
    La mayoría de mis días son cotidianos. Don Ramiro se sienta y espera en este confesionario donde muchos días ni se estrena. Pronto nos jubilaremos los dos. Tengo una pata que se tambalea y un peso de conciencia donde guardo cosas que claman al cielo. El día menos pensado volveré a ver la luz. No puedo hablar pero si puedo escuchar y algún día, me gustaría que me confesaran...

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    1. Un texto de gran belleza buscador, te respondí en tu blog. Un abrazo

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  5. Que vida más sufrida la de esa silla, y con que entereza acepta su destino. El relato es tan divertido como el juego que hemos practicado algunos. Un abrazo

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  6. Que sufrimiento el de la silla, para que se divirtiera esa gente, que tomó muy en serio el juego.
    Un abrazo.

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    1. Jajajaja, la verdad es que es un juego divertido. Un abrazo

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  7. Si las sillas hablaran, cuanto podrían contar, y la de cosas que se hacen sobre ellas... La mía resulto boquifloja, pero aún esconde secretos.
    Tu silla sufrió las consecuencias de un juego brutal, y Marta tiró tan fuerte como Ernesto.
    Hoy luce desvencijada y rota como la mía.

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  8. Jaja muy ingenioso de tu parte, Nuria, recurrir al famoso juego para ambientar tu relato. Has descrito con mucha gracia y arte tanto a la pobre silla que termina lisiada en el evento, como a los demás personajes grotescos que se suman a la partida. Un abrazo

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  9. Es verdad, al final la silla será tirada a la basura, y no recordada, como un despojo, y pensar que son testigos de tantas cosas ¿verdad? me ha encantado tu relato Nuria.

    Un abrazo.

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