En el edén solo la muerte nos separa
y arrulla el silencio de los jilgueros
con la voz que truena en la tarde muda,
como una espiral que ilumina el horizonte...
ese horizonte etéreo que arropa los campos
igual que el mármol que templa el mundo.
La muerte tiene su hora y corta los días con su látigo,
a la espera quedan las horas junto al viento solano.
Busco el poder de constricción que percibe el asfalto.
Allí el amor evoca los pájaros,
pero no queda espacio, ni sueños, solo cristales.
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