Héctor Gaibor y
Quiero besar el tacto escritural de sus manos, herirme con sus cicatrices, llegar a ese otro lado. (…) Abramos un cofre de luciérnagas para el silencio… Y bebamos su melancolía.
Serían un placer sentir ese tacto sin heridas, beber del vino de la melancolía, ir al cofre de las luciernagas y danzar con la luz de las hadas que lleva el silencio de nuestros labios(...) endulzados de un carmín abrasador. Anclados en el ayer púrpura que precede al anochecer donde el silencio me acompaña y es tarde para el amanecer.
En el dolor del más débil, en las cumbres de los humillados, en el llanto amargo del preso,
Y en huida de los tristes.
Ahí donde mis crepúsculos se derbordan y lluven
lágrimas.
Ahí dónde la labor de sus manos detuvo la siesta
dónde los frutos tibios saciaban hambre a los malos pensamientos y en esa primera estrella cada atardecer claro
.
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