Hoy nos hemos despertado de aquel sueño en el que hubo un tiempo que era posible existir con dignidad. El tiempo ha retrocedido décadas y con horror comprobamos que de un plumazo, nuestros sueños se han evaporado y la precariedad laboral sigue existiendo en un siglo que parecía brillante.
Pese a los discursos teatrales de dos grandes actores sobre un escenario llamado democracia, defienden su fantasmagórica alegoría y proclaman la necesidad de los tributos de actuación en actuación.
El género abominable del poder, que maneja las noticias a su antojo está en decadencia. Su hipocresía nos ha abierto los ojos y los oídos. La defensa del ser humilde, está subiendo a un ritmo acelerado y la hipocresía del actor poderoso tiembla sobre el escenario.
Su espectáculo se queda sin espectadores y el telón se cierra irremediablemente mostrando su falsedad y engaño.
La juventud está preparada para llevarse el premio a la mejor interpretación. Hay quienes se aprovechan de la situación para introducirse entre los actores y desviar nuestra atención hacia grupos instigadores.
Lógicamente estamos acostumbrados a que ciertos individuos camuflados intenten sacralizar el derecho de una democracia tan defendida a expresar tu queja o desacuerdo. Pese a la crisis, son situaciones que se protagonizan cada vez con más frecuencia, vistas por el productor desde el otro lado del escenario, en plan cómico.
Pero la transformación está llegando antes de tiempo. El guión de su bien tramada obra, se le escapa entre las manos al poderoso, que intenta enmascarar sus mentiras dentro de la legalidad.
Bajemos el telón sin perder la gravedad que ello supone y seamos conscientes del declive que nos rodea. No podemos dormirnos en los laureles, ha llegado el momento preciso de la historia en que debemos renacer con fuerza y optimismo. Debemos evitar que la obra teatral del cohecho, desfalco y malversación de fondos públicos aplaste al ciudadano.
El telón debe alzarse de nuevo y comenzar nuevas escenas, con actores limpios de toda vanidad. Son tiempos revueltos, en los que amparándose en la crisis los más poderosos se aprovechan, para darse el gran festín y hacerse aún más ricos.
Pero la comedia ha terminado. El espectador ha despertado a su hechizo, viendo el turbio paisaje de una realidad aplastante, que los canallas bancarios han creado, resguardados por la política.
Somos actores secundarios con un gran poder de interpretación. Demostrarle al protagonista de esta cruel comedia, que paradójicamente somos mejores actores y que su osadía y dominio ha llegado a su fin.
Tomarse en serio a los nuevos actores no es un eufemismo, si no un renacimiento a un nuevo despertar que permanecía pasivo, y ha comenzado a señalar las recientes incorporaciones la cual destacan jóvenes y veteranos contrariados e indignados contra un sistema capitalista que se escuda en la supuesta democracia.
Muy buen articulo
ResponderEliminarGracias Néstor, el desahogo personal siempre ayuda a soportar las inquietudes de este mundo tan complicado, un abrazo.
EliminarHola Nuria, paso por tu casa y quiero dejarte un saludo.
EliminarMi opinión respecto a este artículo ya la sabes, te la dejé escrita en Palabra.
Besos
Gracias Arruillo por pasar por mi blog, un abrazo.
ResponderEliminarNada peor que un desengaño. Normalmente, mientras uno tiene sospechas de que lo están timando, no puede hacer nada, pues la duda planta su semilla. Cuando al fin la impostura queda al descubierto, solo nos queda la indignación. Que casi de inmediato, da paso a la reconstrucción de lo que imaginariamente se perdió de repente, sin que hubiéramos tomado las medidas pertinentes para evitar la debacle, por falta de certeza. Ahí comienza un trabajo arduo, que es socavado nuevamente, y poco a poco, por la sospecha...
ResponderEliminarEs la historia de mi vida.
Ciertamente Arturo, somos meros espectadores... gracias por tus palabras, un abrazo.
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