Ginebra desde su blog Serendipia nos propone este mes en su reto dedicarlo a la adolescencia. Ella, sin duda, dejó una gran huella en nuestro viaje de la vida por ser la mítica y complicada etapa por la que todos hemos pasado y que, quizás, algunos de nosotros la recordamos echándonos la mano a la cabeza; o no…
Hablemos sobre ella; la nuestra; la de un amigo o amiga, o ficticia.
Para ello podréis elegir entre las siguientes imágenes/ viñetas de Esther. Cualquiera de ellas, una o las que consideréis, que os sugiera la historia, pensamiento o poema que vayáis a escribir.
Mi elección es la que encabeza está entrada.
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Lucía tenía 16 años y la certeza de que sus padres no la entendían. Aquella noche, mientras el enfado se disipaba por las escaleras de su casa, se encerró en su habitación. No la dejaron ir al concierto de su banda favorita, Los Hijos del Eclipse. El primer concierto en la ciudad en años, y justo ella, que había contado los días como si fueran caramelos, no podía ir.
Encendió la televisión solo para no mirar el techo. En las noticias, un presentador se refería a una curiosa noticia.
"Una familia asegura haber visto un objeto volador no identificado sobrevolando las afueras de la ciudad.” Las autoridades aún no confirman nada, pero..."
Lucía abrió los ojos y subió el volumen. Las imágenes eran borrosas, pero algo brillante giraba en el cielo, lanzando destellos verdes y púrpuras. Se mordió el labio.
—Ojalá pudiese irme en un platillo volante a conocer mundo —murmuró, cruzando los brazos con frustración.
El zumbido llegó primero. Agudo, creciente, como el sonido que haría un enjambre si cantara ópera. Luego, una luz pulsante atravesó la ventana, envolviéndola. Lucía apenas tuvo tiempo de gritar antes de que el suelo desapareciera bajo sus pies.
Cuando abrió los ojos, ya no estaba en su habitación.
Estaba de pie en una cabina circular, con paredes que parecían respirar y botones que brillaban como luciérnagas. Frente a ella, dos seres delgados y plateados la observaban con ojos enormes, sin párpados.
—¿Tú lo pediste? —dijo uno de ellos con una voz que sonó directamente dentro de su cabeza.
Lucía tardó unos segundos en entender.
—¿El… platillo? ¿Esto es un platillo volador?
—Una nave de exploración cultural intergaláctica, —respondió el otro ser, cruzando los dedos como si eso fuera un saludo.
Lucía miró por una ventana: las nubes pasaban como algodón espeso y las luces de su ciudad se hacían pequeñas.
—¿Me están… llevando?
—Dijiste que querías conocer mundo.
Y así empezó su viaje.
Visitó planetas donde los árboles hablaban en verso, ciudades que flotaban sobre océanos de cristal, mercados donde se vendían recuerdos en frascos. Aprendió a decir “gracias” en cuarenta idiomas estelares y a bailar como se hace en Neptuno.
Pero cada vez que una estrella nueva aparecía en el horizonte, pensaba en su casa. En su madre cantando mientras cocinaba. En su padre explicándole las letras de las canciones antiguas. En la perrita que dormía junto a su cama.
Una noche (o lo que parecía noche en ese rincón del universo), le preguntó a sus anfitriones si podía volver.
—¿No te aburrías allá? —preguntó uno de ellos.
—Sí. Pero es mi aburrimiento. Y a veces… también hay conciertos.
Los alienígenas asintieron con comprensión.
La devolvieron a su habitación un minuto antes de que todo comenzara. Al mirar el reloj, aún faltaban dos horas para el concierto. Sobre su escritorio, una pequeña esfera flotante brillaba con una nota:
"Un pase, por si algún día quieres volver. —Tus amigos intergalácticos."
Esa noche, sus padres, sorprendidos por el súbito buen humor de Lucía, accedieron a dejarla ir al concierto. No sabían, claro, que su hija ya había bailado bajo mil lunas.
Cortesía de mi querida amiga Ginebra
Uno debe apreciar lo que tiene. Te mando un beso.
ResponderEliminarGracias Alexander, un abrazo
Eliminar¡Qué maravilla!
ResponderEliminarUn relato que refleja perfectamente las inquietudes y fantasías de la adolescencia; ese querer huir al no comprender las decisiones de los padres, y ese despertar repentino que, de alguna manera, hace recular y valorar lo que se tiene.
Ameno y fluido.
Un placer, preciosa amiga. Me ha encantado.
Muchísimas gracias.
Abrazo grande 💙
Gracias Ginebra, me alegra que te haya gustado, un abrazo
EliminarAl final de eso se trata, de descubrir esas mil lunas por uno mismo...
ResponderEliminarUn besazo!
Gracias Morella, besitos
EliminarMil lunas, mil... mil gracias y un sueño adolescente apegado a la realidad.
ResponderEliminarGracias Gustab, me alegra que te guste. Un abrazo
EliminarEsta vez soñar despierta, se cumplió , claro que todo tiene sus consecuencias.
ResponderEliminarLa adolescencia siempre es un paso a la juventud que todos hemos pasado con nuestros más o menos dispuestas y rebeldías . Un texto muy mágico y creativo.
Un besote Nuria.
Gracias Campirela, me alegra que te guste. Besitos
EliminarHola Nuria,
ResponderEliminarEs que hay que ir con cuidado con lo que se desea! Je, je! Aquí la amiga Lucia se llevó una buena sorpresa, pero parece que prefería su propio aburrimiento... (me encantó esa expresión) Ya se sabe que es "mejor malo conocido..." Je je! Un abrazote!
Si Marifelita, por algo lo dirán. Gracias y un abrazo
EliminarQuerida amiga Nuria, muito interessante sua história, bem criativa e construída no prisma da imaginação adolescente.
ResponderEliminarFicou muito boa.
Viajei com a menina.
Bom quando se sai e se percebe que onde estava era melhor. Pior é quando não ocorre assim.
Tenha uma nova semana abençoada!
Beijinhos fraternos de paz e bem
Gracias querida amiga Roselia, me alegra que te guste. Un abrazo grande
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