Desde hace ya varios universos, las personas habitan
allá en los cielos, ocultas por la luna para no descubrir su secreto.
Los ojos de la humanidad brillan entre los planetas,
evitando la parca y todo lo que la rodea.
Porque la muerte controla los ciclos y espera inertes,
el instante inesperado en que el silencio se muestre.
El tiempo suspira y el reloj expira en un instante
que termina con la luz que cierran los párpados.
Quedan los destinos entrelazados y las ilusiones perdidas,
donde el ave fénix muestra su rostro,
y el mal abre los caminos; ahí el sutra oculta los tesoros.
¡Qué infierno el espíritu hambriento!
El camino se tuerce en la obsesión, de una actitud tenaz que prioriza la maldad.
La sabiduría despierta y transmite lo terrenal,
en el desasosiego que despide la esencia vital.
Entre sábanas arrullan los océanos y la pasión se frena en la orilla del mar.
Emana de tu piel esencia sabor a miel, y reposa la ternura
donde no hay hastío solo la armonía que saborea tus labios.
Trato de plasmar las emociones a flor de piel,
sin reprimir la belleza de tu rostro.
¡No muerde la vida!
Rindo tributo a la libertad, que sonríe furtiva por el qué dirán.
Y las estrellas me descubren amándote,
en un suspiro lejano que comienza con el cataclismo
de la oscuridad, y navega en tu cuerpo desnudo;
ahí aprendí el universo del amor, un amor puro, limpio.
Sin embargo, pronto marchaste a refugiarte
en brazos ajenos, pero no me importó, ni el dolor, ni el vacío que mi alma sintió;
porque nunca olvidaré tu amor que me dejó lo mejor de ti.
Como escribí alguna vez H. P. Lovecraft: "en lo eones por venir aun la muerte puede morir". Sólo hay que sentarse a esperar.
ResponderEliminarSaludos,
J.
A esperar José, gracias por tu visita y comentario. Saludos
Eliminar¡Qué bonita!
ResponderEliminarMuchas gracias Reme, un abrazo
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