Cada amanecer de un día frío me despido de la pena.
¡La vida se apoderará de mí y me atormenta!
Me despido de la esperanza y el horror terrenal.
Y en el crepúsculo me encuentro de nuevo con la tierra,
esa lápida oscura que tiene poder y fuerza.
¿De verdad pones a todos a vivir así,
para que un mortal,
lleno de sueños matutinos, nocturnos,
añore la paz sin descanso?...
¡Vete!
Te alejo esta noche.
Y sigo siendo la misma invitada, cansada, en
Tierra ajena.
¡Tengo miedo a tanto silencio,
a tanto ruido!
a que la muerte sea un llamado temprano;
mientras tanto el silencio
no sale de la boca.
Y tú, mundo, eres eterno misterio;
y te alejas en la noche como un invitado pendenciero.
Te alejo está noche, tal vez la próxima vuelva a atraerte...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Jajajaja, gracias José por tu visita, un abrazo
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