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martes, 16 de septiembre de 2025

Perder el rumbo

 

CONVOCATORIA JUEVERA 

    Fin de semana diferente

Más información en Artesanos de la palabra


Ese sábado desperté con una sensación extraña de vacío, como si la rutina me hubiera dejado sin aire. No tenía compromisos ni agendas que atender, así que, casi sin pensarlo, agarré mi bolso y caminé hasta la estación. El panel luminoso mostraba una docena de destinos, pero en lugar de elegir uno, me subí al primer autobús que abrió sus puertas.

El interior estaba medio vacío. Había un niño dormido en el regazo de su madre, un anciano que miraba por la ventana con melancolía, y una pareja que reía bajito. El motor arrancó con un rugido grave y sentí una chispa de emoción: no sabía a dónde iba, y eso lo hacía perfecto y emocionante.

Kilómetro tras kilómetro, el paisaje cambiaba. De edificios grises pasamos a campos verdes, luego a colinas onduladas que parecían mecerse con el viento. No llevaba reloj ni revisaba el teléfono; me limité a mirar cómo la vida fluía desde de la ventanilla: granjas solitarias, perros corriendo tras las ruedas, árboles inclinados sobre carreteras estrechas.

En una parada cualquiera, bajé sin pensar; me encontré en una plaza pequeña, un café con sillas de hierro forjado, olor a pan recién horneado. Pedí un café negro y una tostada, y me senté a mirar pasar a la gente del pueblo. Nadie me conocía y yo no conocía a nadie, y esa anonimidad me resultó liberadora.

Caminé por sus calles empedradas, encontré un mercado improvisado y compré un cuaderno barato donde comencé a garabatear lo que veía. No buscaba nada más que estar allí, en ese instante. Al caer la tarde, tomé otro autobús, sin preguntar cuál era su destino. La sensación era la misma: el viaje era en sí mismo el lugar.

Ese fin de semana no traje recuerdos materiales ni fotos para presumir, pero volví con algo mejor: la certeza de que, a veces, perder el rumbo es la forma más simple de encontrarse.



19 comentarios:

  1. Hola Nuria. Tu microrrelato es un suspiro de libertad y autodescubrimiento que captura la magia de un sábado espontáneo, donde la narradora, asfixiada por la rutina, se lanza a un viaje sin destino en un autobús cualquiera; Tu prosa pinta un lienzo de paisajes cambiantes –de edificios grises a colinas onduladas– y detalles vívidos como el rugido del motor, el café en sillas de hierro forjado y el anonimato liberador de un pueblo desconocido, creando una atmósfera de introspección serena; el acto de garabatear en un cuaderno barato y renunciar a fotos refleja una reflexión sencilla pero profunda: perder el rumbo puede ser encontrarse. Tu escrito brilla por su capacidad de transformar lo cotidiano en una aventura íntima, dejando la invitación a abrazar lo inesperado como un regalo para el alma.
    Un abrazo.

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  2. Nuria, sem dúvida, sair da rotina, deixar-se levar e simplesmente viver as boas sensações dos momentos diferentes que podem vir com uma simples mudança de planos ou passeio! Adorei!
    beijos praianos, chica

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  3. Hay viajes liberadores con ellos solo se pretende desconectar de uno mismo.
    Una buena opción, para sentirse libre en un medio donde la tranquilidad es la base principal de sus habitantes.
    Un besote y muy feliz semana 😘

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  4. Hola Nuria, me ha gustado mucho tu historia, ese viaje liberador, a donde te llevara el bus, nada prefijado, ese sitio desconocido, me ha gustado mucho, ni fotos fueron necesarias para que ella se sintiera bien.
    Un abrazo
    PATRICIA F.

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  5. Nuria tu relato late libertad. La historia te atrapa desde el comienzo hasta el final. Y el final con la frase “a veces perder el rumbo es la forma más simple de encontrarse” es maravillosa!

    Que tengas un buen dia!
    Besos

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  6. Bom dia de Paz, querida amiga Nuria!
    Muito boa construção de um enredo inusitado onde nao saia do lugar, entretanto saia de si...
    Tem vez que urge um encontro consigo, por mais que a vida dê voltas.
    Muito bem criado. É a melhor das visgens num tempo de final de semana.
    Tenha dias abençoados!
    Beijinhos fraternos

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  7. No hi ha millor viatge per desconnectar que el que vas prendre, sense cap direcció preconcebuda, sense mòbil ni res que et distregui del motiu del viatge. Desconnectar per a trobar-se un mateix, és la millor manera de trobar la llibertat.
    Mentre el bus no et porti a l'altra banda del país. ;-)
    Aferradetes, Núria.

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  8. Viajar sin rumbo a ninguna parte. Montar en un bus sin saber a dónde te lleva. Que el destino elija. Y disfrutar de lo que se va viendo. Sin reloj, sin tf, disfrutando de la paz de lo que se va encontrando. Debe ser maravilloso. Nunca lo he hecho, pero sería una buena idea. Dejarse perder para encontrarse.

    Me encantó tu viaje, Nuria.

    Un abrazo.

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  9. Cierto o inventado, a mi me ha gustado pensar que yo era la protagonista, que me atrevería a subirme a un bus. Gracias por un ratito onírico. Un abrazo

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  10. Qué arriesgada tu aventura! Esa sensación de largarse a provocar al destino sin siquiera pensar hacia donde se va, me angustiaria tanto, que no creo que podría disfrutarlo. Te envidio jeje. Un abrazo, Nuria

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  11. Hola Nuria, pues completamente cierto hay veces que la contemplación es el mejor entretenimiento. Dejar vagar la mente no necesita horarios ni destinos. A veces es mejor perderse para encontrar el camino correcto. En estos casos el viaje a ninguna parfte es el mejor viaje.
    Un cuento muy bonito.
    Un saludo.

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  12. Hermoso relato! Es verdad a veces es mejor perderse, para volver a buscar el rumbo que más felices nos haga.
    Un abrazo.

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  13. No lo querrás creer, pero muchas veces he pensado en hacer lo mismo que tú protagonista, pero las obligaciones siempre me han echado paralizado.
    Quizás algún día lo haga, debe ser muy gratificante el ir sin rumbo, aprovechando lo que te brindar la sorpresa.

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  14. Uyy... lo encuentro dificilisimo. . Yo creo que hasta el.tercer día o adi, no empezaría a disfrutar. Y la angustia de los dos primeros... el mono de trajín...
    Abrazooo

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  15. Una forma de viajar que no es para todos.
    Bien contado.

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  16. Era nuevo en la ciudad. Por aquel entonces y como tanta gente de mi pueblo, nos vinimos a vivir a la gran ciudad; la desconocida ciudad tantas veces nombrada que por mi parte se convertía en algo para explorar...
    Aquel fin de semana me aventuré a conocerla mas a fondo. Mi paseo me llevaba por calles desconocidas y la gente, muchos, se sorprendían de mi forma de vestir pues la verdad es que viéndome ahora pasado el tiempo en los años setenta yo parecía que venía de la posguerra.
    Hacía calor. Entré en una cafetería y pedí que me sirvieran un café. La gente me señalaba con su mirada pues a decir verdad, yo parecía un pastor como venido de otro tiempo. Pagué y salí de allí con esa impresión de saber que ocurre.
    Quise perderme; llegar a sitios lejanos de la ciudad con esa curiosidad hambrienta de aventuras pues en mi vida había salido de mi aldea.
    Tuve la idea de subirme en un bus de ciudad. De esa manera conocería calles, gentes, comercios, parques, lugares donde si me daba la gana detenerme para conocerlos mejor.
    Tomé el número siete pues es mi numero favorito. Las calle desfilaban sin cesar y a cada esquina quise retener su nombre. Pasó media hora entre parada y parada. Propuse bajarme en la siguiente para seguir perdiéndome a pié y cuando me bajo del bus, me doy cuenta de que estoy en una parada que es el portal de mi casa. Me rasco la cabeza, me rodeo y le digo al conductor que no me hace ni caso: Gracias pero no era preciso que me trajera a casa.

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  17. Supongo que eso es lo especial, a veces una tiene que perderse o tocar fondo para volver con todo su ser. Es curioso, pero me recuerda a la frase que dice: solo cuando te aceptes y te quieras, es cuando podrás cambiar.
    Un besazo!

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