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Cuando era niña, acompañaba a mi abuela en sus paseos por la orilla del un río. El agua era tan clara que podías ver los peces moverse como destellos de plata. Recuerdo que ella siempre repetía: “El río es como un libro abierto, nos cuenta cómo lo tratamos”.
Pasaron los años y, al volver a aquel lugar, el libro estaba manchado: flotaban bolsas de plástico, atoradas entre las ramas, hinchadas como medusas artificiales. Sentí tristeza y vergüenza. Era como si hubiésemos escrito la historia del descuido en cada corriente.
Otro día, mientras caminaba por la orilla, vi a un pato intentando liberarse de una de esas bolsas. Me acerqué, lo asusté un poco, pero conseguí quitársela. El animal se alejó chapoteando, y me quedé con aquel trozo de plástico húmedo en la mano. Fue entonces cuando comprendí que no bastaba con indignarme; tenía que que hacer algo.
Empecé con un gesto mínimo: rechazar cada bolsa que me ofrecían en la tienda. Al principio fue incómodo, pero poco a poco se volvió natural. Descubrí que una bolsa de tela doblada en el bolsillo era suficiente para todo. Y cada vez que decía, “no, necesito bolsa, gracias, llevo la mía de tela”, me sentía como si le devolviera un respiro al río de mi infancia.
A medida que pasaron los días, contagié a mi familia, a mis amigos. No sé si el mundo cambiará mucho gracias a mí, pero sí sé que mi propio mundo se transformó. Hoy, cada vez que voy al río y encuentro la corriente un poco más limpia, me gusta pensar que, mi abuela, estaría orgullosa.
Las bolsas de plástico parecen inofensivas, pero cada vez que usamos o tiramos alguna es una herida. Y cada vez que decidimos no usar una, estamos curando un pedacito de la Tierra. No es un sacrificio: es un acto de amor hacia el planeta.
Muchísimas gracias, paisana.
ResponderEliminarHas sido la primera en llegar y con un alegato que remueve conciencias. Yo te lo agradezco pero el mundo en el que vivimos te lo agradecerá infinitamente más.
Un fuerte abrazo.
Hola Nuria, me gustó mucho tu historia, es un granito de arena pero hace la diferencia, yo también llevo mis bolsas de tela cuando salgo a comprar.
ResponderEliminarLa historia del río me recordó al río que había frente a mi casa, en mi infancia, en aquellos tiempos estaba razonablemente limpio, ahora pasé hace poco tiempo por allí y es un espanto de contaminación, no solo por los plásticos, terrible.
Me encantó tu historia, un abrazo.
PATRICIA F.
un hermosos acto de amor, en realidad tendríamos que ser todos así, yo intento no contaminar a la hora de comprar y no recibir ticket llevando las cosas en la mano, así igual que reciclar cada paquete que voy consumiendo, la contaminación es inminente y arrasador, pero siempre podemos hacer algo para alivianar.
ResponderEliminarmuchas gracias.
saludos.
Tu tienes razón uno debe tratar de cuidar el planeta. Te mando un beso.
ResponderEliminarEsa es la tarea, cambiar nuestros mundos personales y luego esperar que cambien los mundos de los productos que siguen utilizando plástico en sus envases. Porque no deja de ser contradictorio que en un supermercado ya no den bolsas de plástico, pero sin embargo todo el supermercado está lleno de plástico.
ResponderEliminarUn beso dulce, Nuria y dulce semana.
Bom dia de Paz, querida amiga Nuria!
ResponderEliminarInfelizmente os mercados insistentem em oferecer sacolas plásticas.
Já ha alguns anos, temos as sacolas próprias.
As descartáveis para nós são as responsáveis pela destruição da natureza também.
Quando era pequena, ia às praias que, hoje já estão poluídas de plásticos.
Ficou muito boa sua participação.
Tenha dias abençoados!
Beijinhos fraternos