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jueves, 18 de abril de 2019

Miedo, Otoño de 1775

No sé cuanto tiempo debió pasar antes de atreverme a salir de mi habitación. Sin hacer el más mínimo ruido fui haber cómo estaba Mery. Todavía dormía, pero un sudor frío inundaba su cuerpo. Me alarme y la llamé para que despertara. No reaccionó y entonces levanté sus párpados que estaban grisáceos. Mis manos temblaron inexplicablemente al percibir como la puerta se abría lentamente. No lo había previsto y allí estaba la institutriz con su curvilíneo cuerpo paralizando cualquier salida.
-Mery, no se encuentra bien-dijo con un tono de voz que me heló la sangre-tienes tooodo el día para hacer lo que quieras-esta vez, su rostro delataba la ironía con la que hablaba-es mejor que la niña descanse hoy, seguro que mañana ya estará mejor.
Quise contestar, pero con su mirada me aviso que era mejor que callara, apreté los dientes, me mantuve en silencio y salí de la habitación furiosa.  El miedo se hizo presa de mí, pero sobre todo temía por Mery.  Que oscuridad asediaba al señor Fure para planear semejante barbaridad? Sería Máximo el verdadero señor Fure? Y porque de las otra nodrizas nunca se supo más de ellas? Se encontraba en un laberinto de pensamientos sin respuestas, y empezaba a convencerse que tal vez el ala sur, prohibida explícitamente por el señor Fure y recalcada en varias ocasiones por la institutriz, pudiera obtener respuesta. Dedicaría el día a intentar averiguar algo más sobre los padres de Mery...

©Nuria de Espinosa

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