Aquellas
voces
Mientras
introducía en el saco los fragmentos de sus víctimas, un malestar creciente iba
apoderándose de él.
-Le
habían obligado a obedecerles. Ellos tenían la culpa. Se decía murmurando para
sus adentros sin cesar. Se acercó hacia su compañero inerte y sin perder
tiempo, agarró el mango del hacha con las dos manos y comenzó a descuartizarlo.
Con cuidado, recogió cada pedazo y los fue introduciendo en el saco.
Continuó
sacando cuerpos del recinto para extenderlos en el suelo y despedazarlos con
mayor comodidad. Se habían reído de él mientras cada noche le obligaban a
soportar sus novatadas, cada vez más crueles, y ahora tenían su merecido. Nadie
encontraría los cadáveres, ni la tumba; nadie sabría jamás qué había sucedido
allí. Sonrió satisfecho al enterrar a la última de sus víctimas; una boba
pelirroja que se pasó todo el tiempo lloriqueando, mientras la destripaba.
La
única sacrificada que estuvo donde no
debía, fue una muchacha morena que se había pegado una gran juerga con uno de
sus compañeros del club, y que cometió la estupidez de decir que su automóvil no
arrancaba cuando debía marcharse.
Se
había acercado sigilosamente al vehículo. Ella, no desconfió de él, ya que
habían coincidido un par de veces en el club. Tras pedirle que saliera un instante
del vehículo para contarle algo que debía saber, ella salió de inmediato y fue,
en aquel momento, cuando la apuñaló frenéticamente hasta extinguir su vida.
Después la desmembró, le abrió el estómago, y permaneció un rato observando sus
órganos.
Lo
había calculado todo para no dejarse coger. Le juraron que después de matarlos a todos
dejarían de increparle y podría vivir en paz. Pero no se iban, no se callaban.
¿Por qué no le dejaban en paz?
-Escuchó
un sonido a lo lejos. -No, no puede ser, ¡cabrones! Aún no he terminado-. Gritó
furioso.
Martín
no se resignaba a que le cogieran. Había estado mucho tiempo planeándolo. Sabía
que debía hacer y cómo tenía que hacerlo. Siempre se guardaba un as en la manga
y ahora no iba a ser una excepción, no, si le cogían, las voces no se
marcharían.
Se
dirigió a la tumba que había preparado para él, clavó las rodillas al lado
contiguo de su tumba y respiró profundamente. Sentía golpes internos de una
furia incontrolable. El corazón le bombeaba
frenético. Creyó que ese momento llegaría mucho más tarde, pero los
acontecimientos se habían precipitado.
Tanteó
con ambas manos los huesos de su tórax, para localizarlos con más precisión.
Convenía ser tan rápido como pudiese. No
podía dejar que le atraparan y volviesen a burlarse de él. No podía dejarse
vencer por el pánico. Hundió con fuerza
los dedos por debajo de las costillas con escalpelo en mano, rajándose parte
del tórax.
Un
espantoso dolor se apoderó de él. Como un cuervo enloquecido, volcó la fuerza
que le quedaba sobre su pecho; no sabía cuánto tiempo podría soportar tanto
dolor sin desmayarse. Comenzó
a gritar palabras impronunciables, atrapado por el dolor. El pecho se le abría
dejando parte de sus vísceras al aire, y una imagen de horror penetró en su
mente, invadiéndole una extraña pero confortable oscuridad.
Lo
primero que vio al despertar fue la habitación blanca (acolchada) en que se
encontraba, y de donde no volvería a salir jamás; o tal vez sí. Quizás todo fue
un horrible sueño; o igual fueron las voces quienes lo incitaron a matar; o
quién sabe, conseguía salir de aquel espacio tan extraño en el que se
encontraba.
Pero
entonces… ¿Por qué estaba encerrado? ¿Por qué tenía aquella enorme cicatriz en
el vientre?
-¡No,
otra vez no!- gritó agarrándose la cabeza con ambas manos en un acto de
desesperación. Las voces habían regresado de nuevo irrumpiendo en su mente.
La muerte, la locura, el desamparo...tremendo relato, Nuria, para una mañana en que Hallowen ha teñido de negro la alegre noche de Madrid.
ResponderEliminarUn beso
Cierto Arruillo, por desgracia nuevamente pagan los inocentes, que "personas" sin escrúpulos por el mero hecho de lucrarse permitan el doble de aforo y encima para colmo de males, algún anormal tira un petardo o algo similar en el abceso donde más suena y más pánico probocó, que horror que sucedan estas cosas, gracias por tu visita. un abrazo.
EliminarUf... miedo da solo de leerlo, que imaginación tienes Nuria, saludos.
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