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lunes, 30 de diciembre de 2019

Impacientes

El murmullo en la sala de espera de urgencias en el hospital más cercano era ensordecedor. Allí había personas ancianas cuyo quejido se apreciaba incluso en los box de urgencias. Al bebé le costaba respirar y esto provocaba que su ritmo cardíaco se acelerase tanto que su carita estaba de color rojo a causa del esfuerzo. Las horas pasaban y los nervios se apoderaban de la mamá del pequeño. ¿Cómo podía ir todo con tanta lentitud? Se preguntaba nerviosa. Salió una enfermera con una Coca-Cola en la mano. Entre risas comentaba al controlador de la sala de urgencias lo agobiada que se sentía.

—Llevo toda la mañana sin parar, hoy no podemos ni ir al baño.

La mamá del bebé sintió que la ira le invadía. Se levantó de golpe con el niño en brazos y a voz en grito dijo:

—Llevó cuatro horas esperando y usted se queja de que no tiene tiempo de ir al baño, ¿No le da vergüenza?
La enfermera la miró furiosa y volvió a entrar dentro de la zona de box. La mamá del bebé siguió gritando;

—¿Es que no ven que mi niño no puede esperar, que su corazoncito late muy deprisa? Sólo tiene quince días de vida, ¿no es lo suficientemente urgente?

—Señora las prioridades las...—intento apelar el celador.

—Càlle y más le vale que mi niño entre ya o si no...

En ese momento la cabeza del pequeño cayó hacia un lado. El hombre se percató de ello y antes de que la madre reaccionase le arrancó prácticamente el bebé de los brazos y lo introdujo en la sala de boxers pidiendo ayuda a sus compañeros.

—Parada cardíaca —gritaba— que venga la doctora López.

El murmullo de la sala de urgencias cesó de pronto ante la atónita mirada de la madre que continuaba en estado de shock. Tras varios minutos lograron reanimar al niño que padecía una fuerte neumonia. Otra enfermera salió a informar a la madre del bebé y se dio cuenta del estado en el que se encontraba. La cogió del brazo y la pasó a urgencias a la vez que decía, —vaya día llevamos hoy.
Nadie supo entender cual fue el detonante, pero en ese mismo instante las personas que llevaban horas esperando en la sala se levantaron al unísono y enfurecidas entraron en la sala de urgencias, zona boxers. Los médicos se encontraban en el centro rodeados por un pequeño círculo de mostradores. Hablaban y bromeaban tranquilamente. Uno de ellos notó la presencia de las 20 personas que les miraban con ira desmesurada. No dio tiempo de reacción a nadie.
Se abalanzaron sobre médicos y enfermeras como alma que lleva el diablo y a mordiscos terminaron con la larga espera.
La imagen era dantesca. Los gritos, esta vez de los empleados sanitarios aterradores. En pocos minutos en la sala, solo se escuchaba el sonido de las máquinas. La zona de boxers era imposible de describir, tras el horror. El llanto desconsolado del bebé, retumbó en la sala.

©Nuria de Espinosa

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