Seguidores
miércoles, 8 de febrero de 2012
Antinatural
Aquella casa apestaba a hierro oxidado. La desagradable sensación que me había perseguido durante toda la mañana, se abalanzó sobre mí cómo un auténtico tornado.
Puede que a mí padre le consolara describirlo como algo antinatural, pero sólo por la expresión que tenía en el rostro, había valido la pena aceptar su invitación para que desayunáramos juntos.
Intenté explicárselo, que entendiera que no tenía elección, que era algo que salía de mi interior, pero sólo pronunció dos palabras. ¡Maricón de mierda!
No pude contener mi furia…
En apenas unos minutos había dejado de respirar. Tiré de la corbata que rodeaba su cuello. Volví a ponérmela y abrí la ventana del despacho. Necesitaba respirar, parecía que el ambiente se había enrarecido. Inspiré profundamente el aire frio de la estación invernal y tras unos minutos cerré de nuevo la ventana.
Miré insensible a mi padre. Era curioso, siempre le había temido y ahora no sentía nada. Durante no sé cuánto tiempo me quedé absorto mientras le observaba. Una satisfacción que no podría describir se había apoderado de mí. Me encogí de hombros y salí de aquella odiosa casa, que un día fue mi hogar.
-Hasta nunca, grandísimo hijo de perra,-le grité, mientras cerraba la puerta dando un sonoro portazo-.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El último catón
Autora Matilde Asensi Editorial: Editorial Planeta Idioma: Castellano Número de páginas: 576 Encuadernación Tapa dura Año de edición: 200...
Relato muy bien logrado; esto en la vida real suele suceder porque algunos padres en lugar de dar amor, aceptar al hijo plenamente suele juzgar lejos del amor que lo llevo a concebir un hijo; ojala nunca más ocurra
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo Néstor, en que hay que respetar que cada uno és libre referente a su sexualidad, no en que los hijos se conciben con amor, pues por desgracia a muchas mujeres que son violadas, quedan embarazadas y nace un hijo que no fue fruto de un amor... gracias por tus palabras y un abrazo.
EliminarMe ha gustado mucho este micro-relato, en tan corto espacio sabes como enganchar al lector. Un beso.
ResponderEliminarConcha Morales
Gracias Concha, un abrazo.
EliminarMuy bueno Nuria
ResponderEliminarGracias Maria, un abrazo gigante.
EliminarHola Nuria soy Félix Vidal el autor del cuento Críspulo. Me gustaria pedirte un favor. ¿Crees que tengo madera de escritor? Tengo una novelita cargada de rechazos de agentes que no me contestan. Agregame como amigo en Bookad y se totalmente sincera puesto que me encanta escribir y lo seguiré haciendo sea cual sea tu opinión. Gracias por tu tiempo.
ResponderEliminarHola Quique, ya te acepte en Bookad, pero tendrás que tener paciencia, estoy volcada en un proyecto que me tendrá ocupada más de un mes, pasado ese tiempo, leeré lo que escribas y te daré mi opinión, por su puesto no debes dejar de escribir y no desanimarte por las negativas editoriales, se constante y poco a poco obtendrás su fruto, un cordial saludo.
EliminarDesavenencias familiares que me suenan muy a conocidas por mí... Ha sido un placer el pasarme por tu página, amiga.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Gracias anónimo por tus palabras, un abrazo.
EliminarLa dolorosa realidad no es la situación del hijo sino la falta de amor de su padre, el poco entendimiento y el no aceptar reconocer que ante cualquier elección del hijo, lo que prevalece es su felicidad, lo demás, es secuandario...
ResponderEliminarExcelente relato Nuria!
Un beso.
Cierto Movisi, lo más importante para los padres por encima de todo, deberia ser la felicidad y el bienestar de sus hijos... un gran abrazo y gracias.
EliminarUn amigo mio vivió durante un tiempo en España, Galicia, para más datos. Observó, como hecho común, que se maltratara a los niños, con coscorrones y relegándolos siempre. La prioridad en esas familias se daba en función a la edad del integrante. Los pequeños, al último. Él es arquitecto y se movía con gente de similar preparación. Entonces, decidió que ésa no era una cultura en la que deseaba criar a sus hijos. Y se volvió. A mi abuelo asturiano siempre le costó dar cariño, a mí por ser el mayor que llevaba su apellido, y más aún al graduarme, me estimaba más que a los otros. Respecto al cuento, el protagonista dista bastante de ser considerado como un buen ejemplo.
ResponderEliminarEn eso tienes razón Arturo, el protagonista no es un buen ejemplo de tolerancia, un abrazo.
ResponderEliminar