Vektam
se dirigió hacia el tabernáculo donde permanecían los Maestros sin demorarse,
ignorando a la muchacha. Minna se fijó que portaba un objeto afilado que
sobresalía de la alforja y comenzó a preocuparse. Tras andar un trecho, vio a
unos matones estaban abusando de un pobre comerciante. Decidió acercarse al
emporio que estaba repleto de todo tipo de productos.
—Disculpe, señor, ¿a cuánto están las
manzanas?—preguntó Vektam ignorando a los asaltantes.
— ¡Lárgate alimaña! ¡Estás
molestando!—gritó uno de los maleantes.
—Solo quiero una manzana, cuando le haya
pagado a este buen señor seguiré mi camino—respondió Vektam impasible.
—¡¡Maldito enano!!¿Osas enfrentarte a
nosotros?—señaló el hombre más corpulento.
—Ya es la segunda vez que me insultáis,
otra más y lo lamentareis—contestó el joven dejando.
El
maleante se acercó a Vektam y puso su hedionda cara delante de la del chico.
—Hijo de perra—gritó.
Vektam
se agacho y sacó de los bártulos la espada que había forjado para Duncan, los
malhechores se pusieron en guardia, pero nada podían hacer contra la recién
despertada ira del joven. Un fulgor comenzó a emanar del cuerpo del chico y
volteó la espada por encima de su cabeza. La afilada hoja se incrustó en el
hombro del hombre más corpulento y este profirió un agudo grito de dolor.
Rápidamente Vektam de un golpe le seccionó la cabeza. La cogió del suelo y se
la mostró a los demás maleantes que aún no se podían creer lo que veían, un
jovenzuelo había decapitado al hombre más fuerte de su banda en un abrir y
cerrar de ojos. Nada podían hacer ellos para enfrentarse a él, salvo huir y
ocultarse para que el despiadado joven no los encontrara y les diese el mismo
final que a su incauto amigo. Los
malhechores se dispersaron aterrados y Vektam lanzó la cabeza del pobre
desgraciado a un montón de estiércol que estaba situado a unos metros de él. Al
cabo de un buen rato llegó al lugar donde se encontraría con el Magno-Maestro
para que pudiera resolver las dudas sobre los desconcertantes sueños que lo
habían desvelado en más de una ocasión. De pronto, antes de entrar por el
portalón Minna le cerró el paso.
— ¡No puedo permitir que entres aquí! ¡He
visto lo que le has hecho a esos hombres, y jamás había visto tanta crueldad en
mi vida!—le espetó la chica mientras blandía su lanza.
—Esos seres a los que llamas hombres
estaban abusando de ese comerciante, yo solo quería comprar una manzana para el
almuerzo y ellos buscaban problemas.
— ¿Y eso te da derecho a matar a un ser
humano? ¿No tienes escrúpulos o qué?
—Me insultaron, no podía permitir que me
atacaran solo porque ellos no respeten al prójimo—le contestó Vektam.
Cuando
Minna estaba a punto de atacar, un grito que venía desde dentro del tabernáculo
les llamó la atención. Los dos jóvenes entraron en el recinto y en medio de la
gran algarabía que se había formado.
© Sergí Sarda
Continuará...
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