—Hijo, tienes que aprender que no todo el
mundo es como nosotros y que siempre habrá gente así, cuanto mejor los trates
mejor vivirás y la paz estará siempre en tu corazón.
— ¡Me parecen las palabras de un cobarde!
Pensaba que algún día me enseñarías algo más que fabricar cazuelas y espadas
para energúmenos como Duncan.
—¡¡No tolero esta insolencia jovenzuelo!!
No tienes ni idea de cómo soy, ni de cómo te hemos cuidado todos estos años.
Siempre preocupados cuando eras un niño y estabas a punto de morir por culpa de
esas fiebres incurables.
— ¡No tuve la culpa de enfermarme! ¡Lo
mejor hubiera sido no haber nacido y así una molestia menos para Skartan, el
vasallo herrero!
—¡¡Fuera de mi casa!!¡¡No toleraré más
impertinencias!!
—¡Claro que me voy viejo, a ver si así ya
me dejáis en paz y puedo vivir mi vida sin rendir cuentas a nadie, ni rico ni
pobre!
Vektam
cogió un saco con sus pertenencias y salió de la casa, despotricando y
refunfuñando, sin darse cuenta que una sombra le seguía en la distancia. De
repente se paró para beber un trago de agua, de soslayo al coger la cantimplora
alcanzó a ver que alguien lo estaba acechando. Entonces se apresuró a llegar al cruce del camino y se
ocultó con rapidez. El extraño lo siguió y al llegar cerca de él lo aferró del
cuello.
— ¡¿Qué haces siguiéndome?!—preguntó
Vektam.
— ¡Ay! ¡Suéltame, me haces daño!—contestó
el desconocido.
— ¿Quién eres y que quieres de mí?
—Me llamo Minna, soy tu vecina desde hace
años, y oí la discusión que tuviste con tu padre—respondió mientras se quitaba
la capa que le cubría el rostro.
—No es de tu incumbencia chiquilla.
—Mira, soy mucho más habilidosa que tú en
las armas, y puedo enfrentarme a cualquier enemigo con los ojos cerrados. No
todos nos curamos milagrosamente como tú, pero disponemos de otras habilidades
especiales con las que defendernos en este mundo tan cruel e injusto.
—No tengo tiempo para tonterías, debo
apresurarme a ver al Magno-Maestro—dijo Vektam mientras apartaba a la joven de un
empujón.
— ¿Para qué quieres ver al anciano? ¿Te
crees las viejas historias de la magia arcana?
—No sé si son verdaderas, he soñado muchas
veces con la “Magna Artis” y debe haber una explicación lógica para todo esto.
— ¿No sabes que hay que pedir audiencia
para poder hablar con el anciano? No te recibirá así como así—añadió Minna.
—Pues pediré audiencia para esta tarde,
tengo paciencia—respondió Vektam con voz queda.
© Segí Sarda
Continuará...
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