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sábado, 11 de junio de 2011

AQUEL ATARDECER

El viento,
azotaba con fuerza las ramas de los arboles,
con un ímpetu abrumador.
En pocos minutos el paraje que ante mí contemplaba,
quedó cubierto por un manto de hojas
que no dejaban de caer.
Apenas unos pocos rayos de luz,
conseguían filtrarse entre las espesas nubes
que cubrían el cielo.
El frio del atardecer
consiguió penetrar en mi piel
y un escalofrió recorrió todo mi cuerpo.
Pero sentía una intensa paz interior,
como si el fuerte viento
me resguardase entre sus brazos.
La soledad de aquel paraje me reconfortaba,
donde solo el crujido de las hojas bajo mis pasos,
eran mi compañía.
Los arboles parecían murmurar entre ellos,
solo la magia de un sentimiento
podía perturbar la calma
que reinaba en mi alma,
cobijada por la esperanza
que como un relámpago me traspasaba.

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